Utopías posibles

El filósofo Gaston Bachelard decía que el hombre es un ser de deseo y no de necesidad, y que la utopía corresponde a su destino natural. Thomas More publicó Utopía en 1516 e introdujo este neologismo grecolatino que tanto gustó a los surrealistas y particularmente a André Breton por su vinculación al sueño y al deseo. Cuando la utopía deriva en el sujeto, se dibujan dos figuras: la utopista, que se toma por un soñador que vive los deseos como realidades, y el reformador social, la ambición del cual es establecer “otra sociedad”. El soñador sería acusado de fantasioso y el reformista de fanático. A veces, las dos figuras coinciden, como en el caso de Fourier.

Pep Admetlla es un artista que sueña y planifica la utopía de una sociedad mejor persiguiendo un ideal de concepto y forma, que el maridaje entre varias disciplinas hace posible, después de un complejo proceso de trabajo próximo a la locura. La perquisición de la obra de arte total en el proceso a menudo por encima de la obra final, convierte sus proyectos en ensayos filosóficos, que se expresan por la vía del texto y por la visualidad orgánica de un concepto plástico totalizador, que fusiona literatura, arquitectura, escultura, filosofía y pensamiento gráfico. El resultado es un magnífico libro de imágenes visuales que busca la obra de arte total.

La utopía está siempre presente en sus proyectos que finalmente se definen en un cruce entre escultura, espacio público y arquitectura, como lo hicieron las vanguardias históricas más significadas del siglo xx cuando buscaban un hombre nuevo para un nuevo tiempo histórico. Así, la vanguardia proporcionó nuevos modelos de utopías arquitectónicas que guiaban este abocamiento hacia un cruce de lenguajes. Lo hizo especialmente la vanguardia rusa con propuestas como el Monumento a la iii Internacional de Tatlin y también la columna Merz de Kurt Schwitters, reconstruida hoy en su estudio de Hannover, que atraviesa varios estratos y niveles y abre las puertas para que la escultura sea a la vez arquitectura y espacio transitable. Al mismo tiempo, nuevos ejemplos contemporáneos han funcionado como impulsores de nuevas relaciones entre arquitectura y escultura, como son los trabajos de Gordon Matta-Clark.

La arquitectura contemporánea ha devenido un espacio de reflexión y vivencia de la forma, cada vez más alejada de su función y se ha vuelto un objeto de funcionalidad simbólica. Tan solo con observar los grandes edificios de autor, como los de Zaha Hadid, Peter Zumthor o Jean Nouvel, por citar algunos ejemplos, para ver que el espacio de arquitectura se ha transformado en un lugar de vivencia de la forma, ya presente en el propio pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe.

Pep Admetlla hace posible la utopía. Sus propuestas plásticas, aparentemente imposibles en la línea más estricta de las construcciones proun de los utopistas de la vanguardia rusa, paradójicamente son esculturas transitables, que ayudan a coser el espacio público, a ganar nuevos puntos de luz y perspectivas insólitas, que hacen del flâneur de hoy en día un usuario del espacio público alejado del consumismo y de los pasajes de la mercancía anunciados por Walter Benjamin en su análisis de “París, capital del siglo xix” en el Libro de los pasajes. Admetlla nos acerca con sus proyectos entre escultóricos y urbanísticos insertados en el espacio público, al mito de la ciudad ideal, donde el homo urbanus descubre su yo y nos permite a la vez descubrir al otro y cooperar en la regeneración de la sociedad. Se trata, quizás, de una concepción maquinista del espacio público y urbano, que si bien no permite habitar, sí transitar imponiendo valores de modernidad, como la perspectiva, el horizonte, la geometría, lo primate del individuo o la urbanidad. Esto se hace más evidente en un usuario que, como el de su ciudad, Girona, pisa el pasado de la arquitectura de piedra, arqueología de un tiempo que Pep Admetlla rompe con una nueva edad del hierro, como en su último proyecto, presentado en la Bienal de Arquitectura de Venecia: Entre cos i enigma. Arquitectura dels sentits, un puente entre Sant Pere de Galligants y el Paseo Arqueológico, una utopía posible, ejemplo de fusión entre arte y ciencia, que espera ser realizado.